Mi Suegro es un hombre bastante reservado, tanto que prefiere estar en su habitación que compartir con nosotros. Y aunque nunca me había faltado el respeto, y tampoco me ha dicho nada. Yo notaba que mi Suegro de vez en cuando me miraba de tal manera, que a mí me erizaba la piel.
Los ojos de mi suegro siempre tuvieron algo. Un «no sé qué» que, cada vez que se posaban sobre mí, me helaba la piel y me hacía sentir una extraña incomodidad que no lograba entender. Era como si al mirarme pudiera leer mis pensamientos más ocultos, mis miedos y mis deseos. Y no era la primera vez que me pasaba; no.
Mi Jefe me dijo: siéntate por favor ahora te atiendo. Él se inclinó hacia adelante, moviendo el bolígrafo entre sus dedos con un ritmo que casi hipnotizaba. Sus ojos, de un café que alguna vez me pareció atractivo, me escrutaban con una mezcla de calculadora frialdad, y una chispa de algo más oscuro
Ni por mi Mente pasaba que fuera mi querido Suegro quien se encargara de tal cosa conmigo. Vaya que fue una gran sorpresa para mí el que mi Suegro hiciera esto, y bien que sabe hacerlo. Pero mejor vamos y te cuento como sucedieron las cosas.
¿Y tú para qué tanto arreglo?, dijo mi Marido mirándome mientras se arreglaba, Acaso no has escuchado el dicho que dice: «la mona aunque se vista de seda, mona se queda»?
Estaba levemente agachada, concentrada en limpiar el sofá, pasando el trapo de un lado a otro con movimientos casi automáticos. El sol de la mañana entraba a raudales por la ventana del salón, iluminando con suavidad la estancia. El aire era cálido, pegajoso, y el sonido del trapo rozando la tela del sofá parecía lo único que me rodeaba.
«Córrase un poco más allá, que me da un no sé qué,» le dije a mi Yerno, casi en un susurro, mientras lo observaba. Él me miró fijamente, con esos ojos chisporroteando con una mezcla de picardía y algo que no supe definir. Aquella mirada me erizó la piel, me aceleró el pulso, y de alguna forma, me hizo temer lo que vendría después.
Relatos de infidelidades, donde las barreras familiares se desdibujan en la penumbra de deseos inconfesables, y las relaciones se tornan enredadas, tensas y cargadas de emociones prohibidas. La línea entre el amor y la transgresión se desvanece en historias, donde suegros y nueras se ven envueltos en secretos que amenazan con salir a la luz. Donde cuñados enredadores siembran el caos con sus cuñadas, susurrando palabras dulces en momentos de vulnerabilidad. Los tíos, figuras de confianza, se deslizan en terrenos prohibidos con sus sobrinas, jugando con la inocencia en la frontera del peligro. Esposos que, bajo la fachada de la familiaridad, encuentran en sus hijastras una nueva fuente de deseo, transformando el hogar en un campo de batalla emocional donde la moral se desafía a cada instante.