Mi Hija dejó que mi SUEGRO se diera su GUSTO en su Cuarto de noche.

Me levanté un poco tarde, sintiendo el peso de una noche agitada sobre mis párpados. El sol ya se filtraba por las cortinas, iluminando las motas de polvo que danzaban en el aire. Al pasar por la habitación donde mi Suegro se había quedado a dormir, noté que ya no había nadie. La cama estaba hecha, como si nadie hubiera pasado la noche en ella. Me restregué los ojos y la cara con las manos, intentando ahuyentar los últimos rastros de sueño, y me dirigí al patio para lavarme el rostro y quitarme esos cheles de los ojos. 

Fui hasta el lavabo de piedra en el patio, donde siempre tenía mi jabón especial, pero esta vez no estaba, y recordé que ya se me había acabado. Era un jabón que había comprado en un pequeño mercado, con un aroma suave a lavanda que me recordaba a los campos de mi infancia. Me gustaba cómo dejaba mi piel fresca y suave, entonces fui hasta la cocina por uno más.

Mi Suegro me toca por la espalda.

Con el cabello enredado y una creciente frustración, me agaché para buscarlo entre las cosas de la alacena. Mis dedos palpaban frascos y botellas sin encontrar lo que buscaba, cuando de repente, sentí unas manos grandes y fuertes rodeando mi cintura. Un escalofrío recorrió mi espalda. Al voltear, vi que era mi suegro, con su rostro apenas iluminado por la luz que se colaba desde la ventana.

Con una voz suave y casi en un susurro, me dijo: Buenos días, pensé que me buscarías por la noche; me quedé esperando hasta casi la madrugada.  Mi corazón se aceleró, y sentí el calor subir a mis mejillas. Puse mi dedo índice sobre mis labios en señal de silencio, intentando mantener la compostura.  No, porque me dormí casi al amanecer, le respondí en un susurro. Ya ve que mi mamá está en casa y no quiero que sospeche nada de esto.  Su rostro, que hasta ese momento había mantenido una leve sonrisa, se tornó más serio, casi sombrío.

Esta fue la noche más larga de mi vida, susurró acercándose un poco más. No sabes cuántas ganas tengo de aquello, es como si ahora que hay algo que nos lo impide, la necesidad creció en mí.  Su mirada intensa me hizo sentir pequeña, atrapada entre el deseo y el miedo a ser descubiertos. Bajé la vista, incapaz de sostener su mirada.  ¿Cuándo se va a ir tu madre?, preguntó con un tono que dejaba entrever su frustración. Así podríamos volver a tener el nido solo para nosotros.  No lo sé, le respondí con un suspiro.

 Apenas llegó ayer por la tarde y no me ha dicho cuánto piensa quedarse. Trajo una maleta bastante grande con ella, así que podría ser por un buen tiempo.  Mi suegro frunció el ceño, claramente insatisfecho con la respuesta. Dejó escapar un leve bufido, como si estuviera considerando sus opciones.

Mi Suegro se me acercó para besarme.

Bueno ni modo, dijo finalmente. Tendré que esperar para la próxima vez, pero si no, tendremos que buscar otra manera de estar juntos, ¿verdad? Su mano seguía en mi cintura, ejerciendo una leve presión que me mantenía cerca de él, casi sin espacio para respirar. Sus palabras eran un claro desafío a la situación, una propuesta peligrosa que no pude rechazar de inmediato. Sí, supongo que sí, murmuré sintiendo que mi voz temblaba un poco.  ¿O qué te parece si aprovechamos ahora mismo?, sugirió acercándose aún más, y su aliento cálido rozó mi mejilla.  ¡Ay no!, ¿Cómo se le ocurre?, respondí rápidamente, mirando hacia la puerta con nerviosismo. Mi madre podría venir en cualquier momento. 

Pero él no se dio por vencido. Su mano se deslizó hacia mi espalda, acercándome más a él mientras sus labios buscaban los míos con una necesidad que me tomó por sorpresa. La intensidad de su necesidad me desarmó, y por un momento, me dejé llevar por el calor de su abrazo. Sentí sus labios sobre los míos, suaves pero firmes, y mi resistencia se desvaneció. Sin embargo, justo cuando comenzaba a entregarme al momento, el sonido de la voz de mi madre resonó por el pasillo.

Mi Madre sospecha que mi Suegro y Yo andamos.

¡Mija!, llamó ella con su voz cada vez más cercana.  Nos separamos lo más rápido que pudimos, y Yo con las manos temblorosas, intenté acomodar mi blusa desordenada. Mi Suegro se alejó adoptando una postura tranquila, como si nada hubiera pasado, mientras yo me esforzaba por recuperar la compostura.  ¡Aquí estoy mamá!, grité intentando que mi voz sonara natural.  Mi madre entró en la cocina, con una sonrisa despreocupada en el rostro.  Buenos días, dijo saludando a mi suegro con familiaridad.  Buenos días comadre, respondió él, devolviendo el saludo con una leve inclinación de cabeza.

Mi madre se giró hacia mí, con su mirada aguda notando de inmediato lo que Yo había pasado por alto.  ¿Y tú qué?, me dijo señalando mi blusa.  Acomódate bien los botones, que los tienes mal abrochados.  Miré hacia abajo y noté con horror que mi blusa estaba desabotonada más de lo que debería. Me apresuré a arreglarla, sintiendo el rubor arder en mis mejillas.  Bueno creo que las voy a dejar solas para que hablen, dijo mi Suegro, con una sonrisa ligera, y una mirada pícara, que era como si me dijera: más tarde le seguimos, porque de que lo hacemos, lo hacemos.  El sonido de la puerta cerrándose detrás de él, marcó el final de aquel peligroso momento, pero el eco de sus palabras y el calor de sus manos permanecieron conmigo, una tentación que sabía que no debía permitir, pero que de alguna manera, no podía evitar. Escucha el relato aquí.

Escúcha mis Relatos en YouTube

Relatos de Infidelidades
Relatos de infidelidades

© 2021 All Rights Reserved.

Relatos de Infidelidades.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter