El sonido del agua cayendo en el lavadero llenaba la pequeña cocina, mientras el sol de la tarde entraba suavemente por la ventana. Estaba levemente inclinada, los platos en mis manos resbalaban ligeramente por el agua jabonosa, y sentía el peso de una mirada que ardía más que el calor de la tarde. “Hola ¿la ayudo?”, me dijo el Amigo de mi Yerno, con su tono amable pero cargado de algo más que simple cortesía. Mi cuerpo reaccionó automáticamente cuando su mano rozó mi cintura, haciendo que me moviera ligeramente hacia un lado, como si su toque hubiera encendido una chispa inesperada en mí. Lo miré de reojo, midiendo la situación, y le respondí con una sonrisa neutral: “Bueno, si tienes voluntad me vendría bien tu ayuda.”
Él no perdió el tiempo y con la misma rapidez con la que había ofrecido su ayuda, se posicionó frente a mí, demasiado cerca, demasiado intencionado. Mientras mis manos seguían sumergidas en el agua restregando los platos, sentía su mirada deslizarse por mi cuerpo. Sus ojos brillaban con una mezcla de admiración y deseo, observando cada movimiento de mis caderas al ritmo del agua, y el vaivén de mis brazos. Podía sentir cómo su respiración se aceleraba levemente, apenas perceptible entre el sonido del agua corriendo, pero lo suficientemente claro para mí, que ya intuía sus verdaderas intenciones. “¿Qué hago entonces?”, me preguntó, pero su voz no reflejaba una genuina disposición a ayudar. Era más bien una excusa, una forma de permanecer más tiempo a mi lado. Sabía lo que estaba buscando, y la verdad es que no me desagradaba.
Mi Yerno notó lo que su Amigo quería hacer esto Conmigo.
Mis pensamientos divagaban, atrapados entre el deseo de mantener la compostura y la tentación de ceder. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que alguien me había hecho sentir así, que no podía ignorar el calor que comenzaba a recorrerme. Sus ojos no dejaban de recorrer mi figura, explorando cada curva sin pudor alguno. La fricción invisible entre ambos se hacía palpable, una corriente eléctrica en el aire que parecía intensificarse con cada segundo que pasaba. Y lo peor, o lo mejor, era que mi cuerpo no ofrecía resistencia. Mi Yerno, que había estado en la sala, se dio cuenta de la atención inapropiada de su amigo, y lo llamó con un tono entre la broma y la advertencia: “¡Oye, ven aquí un momento!”, dijo desde la distancia, interrumpiendo el momento.
El Amigo de mi Yerno soltó una risa nerviosa, una especie de disculpa implícita, y me miró con una sonrisa traviesa que no ocultaba sus intenciones. “Ya vuelvo mi señora”, y no se olvide de dejar algo para mí, me dijo con su tono cargado de una promesa no verbalizada, mientras se alejaba con pasos seguros, dejando el espacio entre nosotros vacío pero lleno de una tensión latente.
Pensando en lo que quería conmigo el Amigo de mi Yerno.
Mientras lo veía desaparecer por la puerta, mis manos seguían lavando los platos de manera automática, pero mi mente estaba en otro lugar. El sonido del agua, antes relajante, ahora me parecía casi ensordecedor, como un eco constante de lo que acababa de suceder. Me mordí ligeramente el labio, reprimiendo una sonrisa que no podía salir. Porque aunque sabía que aquello no debía ir a más, había una parte de mí, una parte enterrada bajo capas de responsabilidad y años de desdén, que estaba dispuesta. Dispuesta a escuchar si él volvía con una propuesta, dispuesta a arriesgarme si me ofrecía lo que tanto tiempo había estado faltando en mi vida.
Sentí el latido de mi corazón acelerarse, aún bajo la calma superficial de mis movimientos. ¿Y si?, no voy a mentirles, el pensamiento cruzó mi mente, fugaz pero poderoso. Después de todo, hacía ya demasiado tiempo que no sentía ni una caricia ni un susurro de deseo. Y ahí estaba él, un hombre que con solo una mirada, había logrado despertarme de una letanía larga e ingrata.
Sacudí la cabeza, tratando de alejar la fantasía, pero la sensación seguía allí. Porque aunque nada estaba dicho, ni hecho, en el fondo sabía que mi voluntad no era tan firme como me gustaba pensar.
Mi Yerno me hace saber cuál es su intención conmigo.
La cocina estaba cálida, el aroma de la comida impregnaba el aire mientras los platos resonaban suavemente en la mesa. Yo estaba recostada contra la alacena, observando a mi Yerno con una mezcla de curiosidad y extrañeza. Él se acercaba de forma cautelosa, como si quisiera asegurarse de que nadie lo viera.
“Suegra disculpe que le diga esto, pero quiero que tenga cuidado con mi amigo,” comenzó con su tono cargado de una mezcla de preocupación y nerviosismo. Mis ojos se clavaron en los suyos, tratando de entender qué lo motivaba a acercarse de esa manera. “¿Con tu amigo?”, pregunté arqueando una ceja mientras cruzaba los brazos. Sí Suegra; es mi amigo y todo, pero usted es mi suegra, y no quiero que él se aproveche de usted,” continuó tragando saliva. Podía ver el brillo en sus ojos, el modo en que recorrían mi figura antes de desviarse apresuradamente hacia el piso. “Lo que pasa es que lo conozco bien, y creo que él solo busca… usted sabe a lo que me refiero.”
El peso de su mirada en mi escote no pasó desapercibido. Hizo un esfuerzo por seguir con su advertencia, pero sus nervios se manifestaban en pequeños gestos que lo traicionaban. “Y usted tiene derecho a rehacer su vida, pero sería bueno que lo hiciera con alguien que realmente la cuide.” Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, no tanto por lo que decía, sino por la evidente contradicción entre sus palabras y sus acciones. “¿Estás nervioso Yerno?”, pregunté mirándolo directamente.
Él sonrió con incomodidad, “Perdón Suegra. Mire lo que hago por estar nervioso.” Sin pedirme que me moviera, se acercó más rozando su brazo con el mío mientras alcanzaba un vaso en la alacena. Pude sentir el calor de su cuerpo, y la tensión en sus movimientos. “¿Nervioso por qué?”, lo interrogué suavemente, inclinándome un poco hacia él. “Aprecio mucho que te preocupes por mí, de verdad. Es reconfortante saber que me cuidas.”
Escúchalo aquí 👉 Mi YERNO hizo Esto CONMIGO cuándo su Amigo entre en su Cuarto