SUEGRO tenemos que ser rápidos puede venir mi Esposo.

Ya Suegro, deje esas manos quietas, tenga más cuidado, porque si nos ve mi esposo, se acaba nuestro secretito”, si no nos cuidamos bien se nos cae el teatrito, y de este manjar no volverá a degustar, le dije mientras me observaba a mí misma en el espejo de la sala.  O es que ya se empachó de tanto comer de esto todos los días.  La incertidumbre llenaba mis pensamientos, aunque trataba de mantener una apariencia tranquila.

No sabía si estaba haciendo lo correcto, solo sabía que aquello era distinto con mi Suegro.  Porque con sus años y sus habilidades, era todo lo que cualquiera quisiera.  Mi Suegro no es tan viejo que digamos, apenas está en sus cincuenta años, y por su estilo de vida, está como quiere.  Sinceramente es un caramelo envuelto en un muy buen estuche. Tú que estás en esta edad, dime si miento.  Escucha el Relato en mi voz y me dices si te gusta: 👉 Clic aquí para escuchar.

Verdad que hay más buena disposición y muy buena fuerza para lo que tú ya sabes.  Mi suegro se rio suavemente, esa risa profunda que a veces me desarmaba. Sus ojos, siempre tan serenos, se iluminaron con una chispa traviesa. Y entonces, con un tono que no me dejaba duda, dijo: “Claro que no, al contrario creo que me estoy…” Y le interrumpí antes de que pudiera continuar, antes de que las palabras que no debía escuchar salieran de su boca. 

“Ni lo diga Suegro”, respondí rápidamente. Mis palabras flotaron en el aire, cargadas de una tensión que no se podía ignorar. Había acordado con él, hace tanto tiempo, que esto sería sin compromisos, sin ataduras. Pero, a medida que pasaban los días, las reglas se volvían cada vez más difusas, más resbaladizas.

Mi Suegro respondío asombrado

“Lo sé”, dijo él, y su voz se suavizó. “Pero es que no sé qué me pasa, la verdad es que últimamente he sentido incomodidad cuando se cierra la puerta de tu habitación. Sé que no debo pensar así, pero me vuelve loco el saber que tú estás… no sé ni cómo describirlo. Sé que tu marido es mi hijo, pero ahora lo empiezo a ver como un… contrincante. Creo que estoy sintiendo celos, y por eso no sé qué hacer.” 

Mi cuerpo se tensó, y una ola de calor recorrió mi rostro. El aire entre nosotros se volvió denso, pesado, y no pude evitar preguntarme si de verdad estaba escuchando lo que él acababa de decir. ¿Celos?, ¿Mi suegro sintiendo celos de su propio hijo? Era algo que nunca había cruzado por mi mente. No me había ni siquiera planteado tal situación, pues nunca pensé que llegaríamos tan lejos.  Pero ahí estaba, delante de mí, en palabras y miradas que no se podían disimular. 

“Y a veces…” continuó él, acercándose un poco más, “a veces pienso que sería mejor que nos viera. Así las cosas serían diferentes, Quizás… podríamos ser más libres.”  No sé quizá podríamos irnos lejos donde nadie nos conozca.  Donde lo único que dirían sería que Yo parezco más tu padre que tu pareja. 

Pero nadie sabría de que también soy tu Suegro.  Lo he pensado una y otra vez, y creo que estoy volviéndome loco con esto en la cabeza. Porque ahora mismo quisiera que fuera aquí mismo, que tú y yo ya sabes, tener nuestro espacio y momento.

Buscando apaciguar a mi Suegro.

“¿Cómo va a creer eso Suegro?”, Le dije con la voz temblorosa. No sabía qué hacer con lo que acababa de escuchar. “Ya le dije que tiene que controlarse, porque si no… yo voy a tener que alejarme un poco. Más bien, creo que vamos a tener que poner un poco de espacio entre los dos.” Escuchando a mi Suegro empecé a dudar de lo que estaba haciendo. 

 Aunque no voy a mentirte, también había pasado por mi mente, el pedirle a mi Suegro que nos fuéramos lejos.  Pero es que había mucho que me detenía.  En ese momento, algo en la mirada de mi Suegro cambió. Sus ojos, siempre tan confiados, se volvieron vulnerables, como si me suplicaran entender. “No me digas eso”, dijo con su voz llena de desesperación. “No ves que me desarmas, no ves que me destruyes el corazón.” 

Entonces, como si el aire entre nosotros ya no pudiera sostener más el peso de las palabras, se acercó a mí. Quiso abrazarme, acercarse, como si pudiera borrar la distancia que se había interpuesto entre nosotros. Pero justo en ese instante, la puerta de la sala se abrió y mi marido apareció, rompiendo el momento, deshaciéndose de la burbuja de tensión en la que nos encontrábamos.  “¿Qué pasa aquí?”, preguntó mi marido con su mirada confusa y alerta a la vez.  “Nada hijo”, respondió mi suegro, con una calma forzada.

Mi Esposo casi nos descubre.

“Es solo que estoy pasando un momento tan difícil que necesito del abrazo y las palabras de aliento de alguien. Y tu mujer siempre ha sido tan amable y buena persona conmigo, que por eso le cuento a ella lo que me pasa.”  Traté de disimular lo más que pude, pero mi rostro ardía de vergüenza. Mis mejillas estaban tan acaloradas que me costaba respirar. Con voz temblorosa, logré decir: “Oye, ven, que tu padre necesita también del abrazo tuyo.” 

Mi marido se acercó sin decir nada, y sin pensarlo, nos abrazamos los tres. Ese abrazo que debió haber sido reconfortante, me pareció el acto más extraño de todos. Sentí el calor de los dos hombres más importantes de mi vida envolviéndome, pero al mismo tiempo, una punzada de incomodidad recorrió todo mi ser.

No olvides que puedes escuchar el Relato aquí 👉 clic para escuchar. Y dejamé un comentario en el video si quieres que ponga el resto aquí.

Escúcha mis Relatos en YouTube

Relatos de Infidelidades
Relatos de infidelidades

© 2021 All Rights Reserved.

Relatos de Infidelidades.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter