Mi Cuñado parecía absorto en la tarea de avivar el fuego. El calor de la parrilla se mezclaba con el aire fresco, creando un contraste entre el humo que se elevaba de la churrasquera. Sin embargo su concentración no estaba del todo en las brasas. Era imposible ignorar cómo sus ojos me observaban de reojo, y aunque el humo parecía causarle cierta molestia, no apartaba la vista.
Sentí su mirada descender por mi espalda, deteniéndose un poco más de lo necesario en la curva de mi cintura. Ese vestido, el que mi esposo tanto adoraba, no era casual. Sabía perfectamente el efecto que causaba, no solo en él, sino en cualquiera que prestara suficiente atención, y hoy más que nunca, quería probar algo.
El cumpleaños de mi esposo era una excusa perfecta para vestirme así, pero había algo más que una simple celebración en juego. Algo que flotaba en el aire entre mi cuñado y yo, desde hacía algún tiempo, una tensión no dicha, un fuego invisible que ardía con más intensidad que el de la parrilla.
Mi Cuñado trataba disimular su mirada
Mientras el Hermano de mi Esposo intentaba disimular su interés, frotándose los ojos con la manga de su camisa, decidí tomar el control de la situación. Me acerqué despacio, y mis tacones resonaron fuerte en el suelo de piedra, cada paso bien medido, cada movimiento calculado para atraer su atención. Noté cómo su postura se tensaba a medida que me acercaba, como si intentara evitar lo inevitable.
Oye cuñado, te estás ahumando allí, le dije con una sonrisa traviesa que no pude ocultar. Si gustas yo puedo ayudarte, su sonrisa, aunque cortés, escondía algo más. Y puede ver un pequeño destello en sus ojos que no pasó desapercibido.
No cuñada, como vas a pensar, dijo mientras su voz trataba de mantenerse firme. Estoy en mi casa, puedo cambiarme la camisa en cualquier momento. En cambio, tú eres la invitada especial. Además, no querrás quebrarte las uñas, añadió con una sonrisa pícara. Antes de que pudiera responder, la esposa del hermano de mi Esposo apareció con una cazuela en las manos, interrumpiendo el breve intercambio que parecía haber contenido más significado de lo visible.
Mi cuñado me insto a coquetearle
Su sonrisa era amable, pero noté algo en sus ojos, una mirada rápida que no supe descifrar del todo. Quizá sospecha, quizá cansancio, o tal vez simplemente estaba distraída. Oye mejor si te vas a la sala, me sugirió con una calidez ensayada, porque aquí te vas a ensuciar y la fiesta aún no empieza.
Le devolví la sonrisa, sintiendo cómo la situación cambiaba con su presencia. Sabía que era mejor mantener las apariencias, pero una parte de mí no pudo evitar disfrutar ese pequeño juego de miradas con su Marido. No era la primera vez que nuestros caminos se cruzaban de esta forma, pero hoy todo parecía más evidente, más peligroso.
Bueno, la verdad tienes razón, respondí fingiendo una ligera incomodidad, pero no me gusta estar sentada mientras ustedes trabajan. Me sentiría un poco inútil. Su esposa rió con suavidad, sacudiendo la cabeza. No hay de qué preocuparse, este día es especial para ustedes, pero si de verdad quieres ayudar, podrías ir a ver al bebé un momento; Necesito que alguien lo cuide.
Acepté la tarea con una sonrisa, aunque por dentro sentí una ligera frustración por la interrupción. Mientras me retiraba, me acomodé el vestido, con un gesto deliberado que sabía que mi cuñado notaría.
Pensando en mi Cuñado.
«Mira todo esto», pensé para mí misma, disfrutando de la pequeña provocación. Subí las escaleras lentamente, sintiendo que cada paso era observado, y en cuanto llegué a la habitación del bebé, la tensión que había dejado en el jardín seguía revoloteando en mi mente. Mi corazón latía un poco más rápido de lo habitual, y no pude evitar preguntarme hasta dónde podría llevar aquel juego.
Mientras acunaba al pequeño, sentí la incomodidad transformarse en algo más. Había una adrenalina que no podía ignorar, un deseo que ni siquiera yo sabía hasta dónde podía llegar. El hermano de mi esposo me había visto, me había observado con detenimiento, y aunque intentó disimular, yo lo noté todo. Lo más peligroso de aquella situación no era solo lo que él sentía, sino lo que comenzaba a despertarse en mí.
Conversando con mi Esposo.
Mi esposo aún no llegaba, y la inquietud empezaba a crecer en mí. Todo estaba listo: la mesa perfectamente decorada, los platos alineados con precisión, y el aroma de la comida que su hermano y su esposa habían preparado llenaba el aire de la casa. Miré el reloj por enésima vez y decidí llamarlo.
El tono sonó varias veces antes de que él contestara con una voz despreocupada. Cariño, ya en un rato estoy con ustedes, me dijo con esa calma que a veces me exasperaba, pero si gustan, pueden empezar sin mí. Mi frustración se mezcló con una sensación de vacío en el pecho. No podía entender cómo podía ser tan desconsiderado. Después de todo, era él a quien festejábamos.
¿Cómo vas a pensar tú eso?, le respondí intentando controlar el tono de mi voz. Si tú eres el festejado. Por favor vente ya, no quiero que le hagas este desplante a tu hermano y a tu cuñada. No ves que se han esmerado tanto en prepararte esta comida.
Está bien cariño, Donde manda capitán, no manda marinero, dijo entre risas antes de colgar. Sus palabras me dejaron un sabor amargo, una sensación de ligera incomodidad que no podía sacudirme. Suspiré profundamente, tratando de mantener la compostura.
Mi Cuñado me toma por la cintura.
Estaba por regresar al comedor cuando sentí unas manos suaves posarse en mi cintura. El contacto me sobresaltó, y al girar, me encontré con la mirada fija de mi cuñado, tan cerca que su presencia me invadió de inmediato.
¿Qué te dijo?, preguntó con una voz baja, casi confidencial, mientras su mano seguía en mi cintura como si fuera lo más natural del mundo. Que ya viene, pero que si queríamos podíamos empezar sin él, respondí intentando apartarme discretamente de su contacto, aunque mi cuerpo parecía haberse congelado en el lugar.
Lo que siguió me tomó por sorpresa. Sus ojos que normalmente eran cálidos y amables, adoptaron un brillo diferente. Bajó la mirada, recorriendo mi cuerpo de una manera tan obvia que mi piel se erizó. Luego, se pasó la lengua por los labios, como si saboreara algo en su mente antes de decir: Qué tonto es mi hermano… Él perdiendo el tiempo por otro lado, cuando tiene donde disfrutar todo el tiempo.
La insinuación fue clara, mis sentidos se agudizaron, y un escalofrío recorrió mi espalda. La atmósfera, que antes se sentía festiva, cambió repentinamente. Era como si el aire hubiera adquirido una densidad distinta, cargada de algo no dicho.
Mi cuñado me dice esto.
Lo miré y sin poder evitarlo, le lancé una sonrisa leve, casi automática, que no reflejaba lo que realmente sentía. Mi mente trabajaba rápido, buscando una respuesta que neutralizara la situación sin dejarme vulnerable. ¿Cómo así cuñado?, No entiendo, dije, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.
Mi voz salió más suave de lo que pretendía, como si mis palabras estuvieran teñidas de una complicidad no deseada. Su mirada no se apartaba de la mía, Podía sentir la tensión creciendo entre nosotros, palpable y eléctrica. Me dio un leve golpecito en el brazo, un gesto que debería haber sido fraternal, pero que en ese momento me resultó como invitación.
—No te hagas cuñada, respondió él, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Sabes bien a lo que me refiero, o es que no te dice nada mi mirada. Su mirada… más esa frase resonó en mi mente, mientras mis pensamientos se enredaban en una confusión de emociones.