Mi HERMANO Hizo Esto con mi MUJER en su CUMPLEAÑOS.

Nunca imaginé que tal cosas sucedería con el Hermano de mi Esposo, pero en cómo terminó es lo que más me tiene pensativa.  Salí del trabajo y decidí ir por un cafecito, el aroma a café recién hecho llenaba el ambiente, mezclándose con el suave murmullo de conversaciones dispersas. Estaba en la cafetería que solía visitar después del trabajo, un refugio para aclarar mis pensamientos y alejarme del peso de los problemas familiares. Desde hacía meses, las cosas en casa se habían vuelto tensas.

Mi esposo y yo apenas nos dirigíamos la palabra; el amor, o lo que quedaba de él, parecía un eco distante que se negaba a regresar.  Mientras revolvía el azúcar en mi taza, lo vi entrar. Alto, de cabello oscuro y mirada intensa, La luz que se filtraba por las ventanas parecía seguirlo, resaltando cada uno de sus rasgos. Reconocí a mi Cuñado, el hermano menor de mi esposo. Siempre había sido encantador, el alma de las reuniones familiares, pero hoy había algo diferente en su expresión. 

Nuestros ojos se cruzaron, y en ese instante sentí una sacudida en el pecho. Era una emoción que creía enterrada: nerviosismo mezclado con una chispa de deseo. Me sonrojé de inmediato y bajé la mirada, culpándome por siquiera permitir que esos pensamientos rondaran mi cabeza.  Porque fue a él a quien conocí antes que mi Marido, y tanto que me rogó, pero mi corazón se inclinó al de su hermano.  Y ahora pensaba en que él sería mi consuelo.

Mi Cuñado frente a mí

Hola cuñadita, ¿Puedo acompañarte?, preguntó con su voz cálida y segura.  Claro siéntate respondí, esforzándome por sonar indiferente.  Se acomodó frente a mí, y hablamos de cosas triviales al principio: el clima, el trabajo, incluso algún chisme familiar. Pero luego su tono cambió.  Te he visto diferente últimamente, dijo fijando sus ojos oscuros en los míos. ¿Todo está bien?, No lo sé…las cosas con tu hermano no están bien; Ya ni siquiera parece que somos pareja. 

Mi Cuñado tomó un sorbo de su café, como si estuviera procesando mis palabras.  Eso no debería ser así, dijo finalmente. Eres una mujer increíble, Si yo estuviera en su lugar, nunca te dejaría sentirte sola.  Mi respiración se aceleró, y antes de que pudiera responder, sus dedos rozaron los míos sobre la mesa. El contacto fue breve, pero suficiente para encender algo que llevaba mucho tiempo apagado en mí. 

Cuñado…murmuré intentando detener lo inevitable.  Lo siento, dijo retirando la mano, no quería incomodarte.  Negué con la cabeza, aunque mi cuerpo decía lo contrario. Había una tensión creciente entre nosotros, una fuerza que parecía empujarnos hacia un territorio prohibido.

El Hermano de mi Esposo me recuerda lo que hizo.

Recuerdas que yo te rogué tanto, y que te dije que te esperaría sin importar cuanto tiempo sería. Llegó un momento en que decidí quitarme esos pensamientos, porque cada día lo veía más lejos, pero no puedo dejar de pensar en ti, dijo sin rodeos.  Mi corazón latía con fuerza, La lógica me decía que debía detener esto, pero mis emociones gritaban lo contrario.  Ay Cuñadito, esto no está bien, pero no puedo seguir fingiendo que no siento nada.  Porque también hay algo en mí que me dice que siente algo por ti.

Antes de que pudiera reaccionar, acortó la distancia entre nosotros. Su mano rozó mi mejilla, y mi respiración se entrecortó. Su cercanía despertó cada fibra de mi ser, y en ese instante supe que no había vuelta atrás.  Nuestros labios se encontraron en un beso cargado de deseo y desesperación. Era una explosión de emociones contenidas, una necesidad que ambos habíamos reprimido durante demasiado tiempo.  

El café se enfrió pero en mí todo era fuego, y entonces le dije: cuñado me acompañarías a la casa.  Él me dijo: claro con todo el gusto del mundo, se levantó y pagó los cafés y salimos de prisa del lugar.

Mi Cuñado y yo en casa solos.

Entramos a la casa, y mi cuñado no esperó a que yo pusiera siquiera mi bolso sobre la mesita del centro de la sala.  Pero yo lo detuve y le dije: tranquilo que las cosas con calma se degustan mejor.  El hermano menor de mi esposo, estaba a solo unos pasos de mí, su respiración agitada aún resonando en el aire. Había un brillo en sus ojos que me llenaba de culpa, pero también de algo que no quería nombrar. 

Sabes, esto era lo que yo esperaba hace ya mucho tiempo, dijo en un susurro, y sus palabras acariciaron el ambiente con su confesión. Sinceramente pensé que nunca llegaría el día; pero hoy me haces el hombre más feliz del mundo, y estoy dispuesto a todo por ti.  Sentí un nudo en la garganta, su sinceridad me desarmaba; y la habitación antes luminosa y tranquila, ahora se sentía cargada de emociones que no deberían estar ahí. Estaba a punto de responder cuando el timbre de mi teléfono rompió el momento.

La llamada inesperada de mi Esposo.

El nombre de mi esposo apareció en la pantalla, y el peso de la realidad cayó sobre mí como una tormenta. Mi piel se enfrió de golpe, y el temblor en mis manos fue imposible de disimular. Me hice unos cuantos pasos más allá de mi cuñado, como si su cercanía quemara, y llevé el teléfono al oído.  ¿Hola, cariño?, dije esforzándome por sonar tranquila, aunque mi voz temblaba.  No tengo mucho tiempo, dijo mi esposo al otro lado; Solo quiero decirte que no me esperes esta noche para cenar, voy a tener una comida de negocios, Hasta luego. 

La llamada terminó antes de que pudiera decir algo más. Me quedé mirando la pantalla apagada, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir.  ¿Qué pasó?, ¿Qué te dijo?, me preguntó mi cuñado con preocupación.  Negué con la cabeza, incapaz de articular una respuesta coherente. La culpa me golpeaba con fuerza, como olas furiosas contra una roca. 

Le pedí a mi Cuñado que me dejará, pero él hizo esto.

Creo que es mejor que te vayas, le dije sin mirarlo a los ojos. Mi voz era apenas un susurro, pero firme. Lamento mucho que no pueda corresponderte, me dejé llevar, y no creo poder con esto; Por favor cierra la puerta al salir. Pero él no se fue, como le había pedido, al contrario se acercó más, acortando esa distancia que yo creía haber establecido.  Y con una suavidad que me desarmó, apartó el mechón de cabello que cubría parte de mi rostro. Su toque era firme pero delicado, como si temiera romper algo frágil.

Mi respiración se volvió errática mientras su pulgar rozaba apenas mi mejilla, trazando un sendero invisible de calor.  ¿De verdad quieres que me vaya?, preguntó en un susurro, con esa voz cargada de una mezcla peligrosa de desafío y ternura.  Suspiré profundo, buscando una respuesta que no llegó. El silencio se instaló entre nosotros, tenso y vibrante. La pregunta quedó flotando en el aire, esperando ser respondida, pero mis palabras se negaban a salir.

Solo bajé la mirada, incapaz de sostener sus ojos llenos de promesas.  Entonces lo sentí, sus labios rozaron los míos, primero con timidez, como si aún dudara. Pero cuando no me aparté, la vacilación desapareció. El beso se volvió profundo, intenso y cargado de una necesidad contenida durante demasiado tiempo.

El hermano de mi marido hizo lo suyo.

Sentí cómo sus manos empezaban a recorrerme, trazando caminos audaces por mi espalda, mi cintura, cada rincón de mí que había estado dormido durante tanto tiempo.  Mis defensas, aquellas murallas que tanto me había esforzado por levantar, se derrumbaron como un castillo de arena bajo el embate de las olas. Sin pensar, mis brazos lo rodearon por detrás de la cabeza, hundiendo mis dedos en su cabello.  

Mi respiración se mezclaba con la suya, creando una melodía descompasada pero perfectamente sincronizada. Nuestros corazones latían al mismo ritmo acelerado, como si compitieran por quién se entregaba más.  No sé en qué momento ocurrió, pero cuando me di cuenta, ya no estábamos en la sala.  El calor de mi habitación nos envolvía ahora, con las sábanas blancas desordenadas y el suave olor de la madera flotando en el aire.

Él me miró, con los ojos encendidos de deseo, pero también de algo más profundo, algo que me hizo temblar. No había vuelta atrás; lo sabía, al igual que cada fibra de mi ser lo sabía.  Y aunque el peso de la culpa acechaba en algún rincón de mi mente, en ese instante decidí no pensar en el mañana…

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