Mi suegro estaba tan entretenido que estoy segura que ni un terremoto lo hubiera podido sacar de su estado. La vecina estaba sentada frente a él, con un vestido que dejaba ver lo que la naturaleza le concedió y muy generosamente. Vi como tragaba su saliva y se pasaba la lengua sobre los labios.
Mi suegro estaba que ardía, y su mirada lo delataba. El sudor en su frente brillaba bajo la luz del mediodía, mientras sus dedos tamborileaban inquietos sobre la mesa de la cocina. Se retorcía en su silla como si el cuero que la tapizaba fuera un lugar incómodo y extraño para él. Desde hacía semanas, lo había notado diferente; Su risa era más frecuente, su ropa más cuidada, y su atención… más distraída. Sabía exactamente qué lo tenía en ese estado, pero prefería mantener las apariencias.
Mi Suegro no se da cuenta que yo lo descubrí.
«Tranquilo suegro que para todo hay tiempo», le dije intentando romper la tensión en el aire, aunque sabía bien cuál era el verdadero problema. La vecina quien estaba con él y no dejaba de mirarlo con una mezcla de diversión y complicidad, intervino casi al instante. «Verdad que sí, eso mismo le digo yo también», agregó con una sonrisa juguetona en los labios, como si estuviéramos compartiendo un secreto que solo ellos dos comprendían a plenitud.
Mi suegro la observó de reojo, y en ese momento, vi la chispa que intentaba ocultar. Sus ojos parecían encendidos, llenos de una pasión contenida que había estado dormida durante demasiado tiempo. Ya llevaba más de diez años desde que mi suegra había fallecido, y en todo ese tiempo, por lo que sabía, no había vuelto a estar con otra mujer. Esa era su primera relación después de tanto, y no era difícil adivinar que la abstinencia de una década le había pasado factura.
Trató de disimular, pero su incomodidad era palpable. Me miraba con una mezcla de nerviosismo y desafío, como si yo fuera a juzgarlo.
Mi Suegro sabe que Yo también he pasado lo mismo.
Pero no lo hacía, Yo sabía lo que era desear, sabía lo que era perder el control por una emoción que se había reprimido demasiado tiempo. Porque también vivía bajo el mismo techo de mi suegro, en una habitación que cada noche solo me acompañaba la soledad. Pues mi esposo tenía ya un año de vivir con otra persona, pero yo aún esperaba que reaccionara y que volviera, por eso no me había ido de la casa. Y mi esposo no se había olvidado de mí, pues me sustentaba económicamente en todo.
Quizá para muchos yo estaba actuando como no debía. Pero sinceramente en este momento yo pensaba que era lo correcto. Además de que mi corazón aún amaba a mi esposo, yo pensaba siempre en que el matrimonio es para siempre. Y que se debe aguantar cuándo algo así pasaba, pero no pensaba en que Mi suegro sería quién ocuparía su lugar. Nunca imagine que yo estaría envuelta en los brazos de mi suegro. Pero hay cosas que una ni cuenta se da, y que están creciendo en el interior. Pero bueno sigamos con el relato.
La vecina no sabe ni lo que dice.
La vecina por otro lado, mantenía su porte firme, esa confianza de mujer madura que sabía lo que estaba haciendo. Era una mujer valiosa, de eso no cabía duda. Y aunque no me entrometía en la vida personal de mi Suegro, tampoco podía evitar notar que ella lo manejaba con la facilidad, con quien tiene el poder en sus manos. Sabía exactamente qué cuerdas mover para mantenerlo a su merced, y mi pobre suegro, se retorcía por dentro entre el deseo y la vergüenza. Hubo un silencio incómodo que ella rompió al soltar una pequeña risa nerviosa, quizás consciente de que yo sabía demasiado.
«Lo siento, no sé ni qué es lo que estoy diciendo», intentó aclarar ella, entrelazando sus manos sobre la mesa. «¿De qué estás tú hablando?», agregó intentando cambiar el rumbo de la conversación, como si todo fuera una simple casualidad. Yo traté de seguirle el juego, disimulando, pero en mi interior sabía exactamente a qué me refería. Mi suegro estaba descubriéndose frente a mí, pues también era la primera vez que yo lo veía tan urgido de aquello. Era como si todo lo que había mantenido oculto durante esos años de luto se estuviera desmoronando.
No yo estoy tranquilito, es solo que hoy tengo que ir por la pensión», soltó finalmente mi suegro, intentando desviar el tema hacia algo práctico. «Por eso estoy un poco apurado, Pero tienes razón, debo tranquilizarme, que eso no se va a ir de allí.»
Mi suegro me deja sola en casa
Me había quedado sola, mientras mi Suegro se marchaba con la vecina, la mujer con la que aparentemente había empezado a salir. Verlo a él, tan relajado y cómodo con la idea de encontrar compañía, me hizo reflexionar. Me crucé de brazos, mirando la puerta como si intentara descifrar algún misterio en ella. Si mi Suegro había encontrado a alguien con quien compartir sus días, ¿por qué yo seguía esperando algo que ya no existía? Suspiré y me acerqué a la ventana, Afuera la tarde se despedía con un sol pálido, y la brisa suave acariciaba las hojas de los árboles. La vida seguía, inmutable, ajena a los cambios internos que me sacudían.
Mi hermana llama para invitarme a salir
Tomé mi teléfono que descansaba sobre la mesa, y justo en ese momento, sonó. El nombre de mi hermana mayor apareció en la pantalla. ¿Aló?, contesté intentando sonar más animada de lo que realmente me sentía. ¡Hola!, la voz de mi hermana irradiaba energía. Pensaba en ti y me preguntaba si te gustaría salir a tomar un café conmigo. Es una tarde perfecta para distraerse un poco, ¿no crees? Además, hace tiempo que te lo propongo, y creo que ya es momento de que salgas de tu cueva.
Su invitación era constante, pero esta vez algo en mí decidió aceptar. Quizás necesitaba ese cambio, esa chispa para encender algo diferente en mi vida. Está bien, suena como una buena idea, respondí sorprendiéndome a mí misma.
Recordando mi vida pasada
Colgué el teléfono y me dirigí al armario, buscando algo que ponerme. Cada prenda que tocaba parecía arrastrarme hacia un mar de recuerdos, especialmente los vestidos que alguna vez usé con mi esposo. Sin embargo, algo era distinto esta vez. No sentía la punzada de dolor que antes me invadía al recordarlo. Era como si aquellos momentos hubieran perdido su poder sobre mí, como si ya no me definieran.
Mis dedos se detuvieron sobre un vestido negro, sencillo pero elegante, con un escote que aunque discreto, insinuaba más de lo que revelaba. Al deslizarlo por mi piel, sentí una mezcla de confianza y libertad. Era un vestido que alguna vez había guardado para ocasiones especiales, pero hoy, la ocasión especial era para mí.
Salí para encontrarme con mi hermana en una pequeña cafetería de la ciudad. El aroma a café recién molido me envolvió, calmándome. Mi hermana me miró fijamente, con una mezcla de sorpresa y admiración en sus ojos. ¿Cómo has estado?, me preguntó notando el cambio en mi expresión. Te veo diferente, hay algo en ti… como un brillo especial. Sonreí jugueteando con la cucharita del café. Verás… hoy me puse a pensar en muchas cosas —comencé, dejando que las palabras fluyeran como el café que servían en nuestras tazas—.