Mi SUEGRO Me Confeso Lo Que Yo Nunca Imagine.

El sol apenas se colaba por las ventanas, iluminando los rincones polvorientos de la cocina con su luz dorada. Yo me movía con rapidez, organizando los ingredientes para la comida, cortando verduras y sazonando la carne. Mi suegro estaba sentado en la silla alta frente a la mesa, tamborileando los dedos contra la madera con un ritmo ansioso, que parecía contagiarse al ambiente.  Huy suegro, ¿y a usted qué le pasa?, Parece un león enjaulado, le dije dándole una mirada de rápida mientras picaba las zanahorias.

Mi Suegro me da la razón.

 Mi suegro esbozó una sonrisa que en otro contexto podría haber pasado desapercibida, pero había algo en su expresión que me hizo arquear una ceja. Un brillo picaresco cruzó sus ojos, seguido de un largo suspiro.  Tienes razón, dijo con su voz grave y ronca como el eco de una vieja cueva. Así es como me siento; Y lo peor de todo es que la presa cada día se me escapa más de las manos. 

Me detuve en seco, y el cuchillo quedó en el aire por un instante, suspendido en la duda que me provocaban sus palabras. Lo miré directamente, sin tratar de disimular mi curiosidad.  Suegro usted sí que está un poco raro hoy, respondí intentando mantener el tono ligero, aunque una corriente extraña comenzaba a recorrerme la espalda.

 Él se levantó lentamente de la silla, y el crujido de la madera bajo su peso resonó en el lugar, como si el silencio hubiera decidido hacerse notar. Se acercó a mí con pasos pausados pero seguros, y sus zapatos de cuero hacían un leve sonido en el piso de baldosa.

Mi Suegro se acercó con la excusa de limpiarme el cabello.

Déjame ver que tienes en la cabeza, dijo suavemente, a ver te quitó algo que tienes en el pelo.  Sentí su presencia más cerca de lo habitual, y su respiración se volvió un poco errática, y pude escuchar el esfuerzo de su garganta al tragar saliva. Me quedé inmóvil, sin saber si lo que sentía era incomodidad o simple sorpresa.

Sus dedos gruesos y ásperos, tocaron mi cabello con delicadeza. Pero había algo en el contacto que me hizo contener la respiración.  ¿Qué tengo allí suegro?, le pregunté tratando de disipar la tensión con un tono casual, aunque la inquietud se colaba en mis palabras.  ¿Y tú, dónde es que te fuiste a acostar que traes chicle en el pelo?, dijo con una ligera risa.

Mi Suegro me ofrece aceitarme el cabello

¡Ay no suegro!, No me diga, respondí sintiendo una mezcla de alivio y fastidio, mientras soltaba una carcajada nerviosa. ¿Cómo va a creer que yo me ando acostando en cualquier lugar?  Tomé un mechón de mi pelo entre los dedos, y efectivamente un pequeño trozo de chicle rosado estaba enredado entre las hebras. Lo observé con frustración, ¿Y ahora qué hago?, dije mirando al suelo mientras sacudía la cabeza. 

Pues creo que te vendrá bien un poco de aceite, dijo él, observando el desastre en mi cabello, con un brillo en los ojos que no supe interpretar del todo. Esperas un momento mientras se afloja, y luego te peinas.  Asentí, aunque mi mente ya estaba en otro lugar. Tenía tantas cosas que hacer antes de salir de la casa. El tiempo parecía escaparse y la comida aún no estaba lista.

Sí suegro, pero tengo que irme ya. Por eso estoy tratando de dejarle la comida preparada. No quiero que se quede sin almorzar, dije mientras volvía a centrarme en las ollas y los sartenes que reposaban en la estufa.  No te preocupes por mí, yo puedo salir a algún lugar, respondió él con un tono despreocupado.

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