Mi SUEGRO me HIZO Olvidar TODO no tuvo COMPASIÓN.

Mi suegro permanecía frente a mí, con su mirada intensa y directa, esa mirada que era como un rayo que ponía al descubierto mis pensamientos, dejando en libertad emociones que prefería mantener encerradas.  Ahora entiendo la razón por la que mi hijo te tomó por mujer, creo que tiene muy buen gusto, por algo es mi hijo. Porque es que no hay defecto en ti, añadió como si estuviera hablando consigo mismo.

Mira que ese vestido te queda a la perfección, te ves divina mujer.  Su mirada no era la de un suegro común. Sus ojos me recorrían sin prisa, deteniéndose en cada curva, desde la coronilla hasta la punta de mis pies. El vestido de seda azul que había elegido esa mañana se pegaba suavemente a mi cuerpo, realzando mis formas sin ser descarado. Había pensado que era una elección elegante para una tarde tranquila, pero ahora me sentía expuesta bajo su escrutinio. 

A pesar de que su cumplido había sido disfrazado de inocencia, había algo en su tono, algo que me hacía cuestionar si realmente estaba siendo un mero gesto de cortesía, o si sus palabras llevaban una intención velada.  Porque no sé, pero tú qué opinas de esto, habrá hombres que solo disfruten ver la fruta madura, sin comérsela.  En fin yo le dije con una sonrisa nerviosa: Suegro usted siempre tan amable.  Él entrecerró los ojos, no es amabilidad  nuera; solo digo lo que veo, respondió con una honestidad desarmante.

Mi suegro me puso a pensar en esto.

“¿Por qué te afecta tanto esto?”, me pregunté, reprimiendo el impulso de ajustar el escote en forma de ve, que parecía haberse vuelto más pronunciado de un momento a otro. “Es solo un cumplido… nada más”.  Pero entonces di un mal paso, y el sonido del tacón al doblarse retumbó en el suelo de mármol, y por un momento el equilibrio me abandonó. Sentí el vértigo recorrerme mientras intentaba recuperar la estabilidad, pero antes de que pudiera caer, unas manos firmes y cálidas me sostuvieron. 

Tranquila nuerita, no te pongas nerviosa, me dijo mientras me abrazó. El abrazo fue más firme de lo que esperaba, casi protector, y mi cuerpo quedó atrapado entre el suyo y el aire denso de la tarde. Mi respiración se volvió errática, y mi corazón desbocado golpeando contra mis costillas.  No es nervios suegro, murmuré tratando de desviar la atención de la fragilidad que acababa de mostrar. 

¿Ah no?, preguntó con una sonrisa ladeada que apenas disimulaba un atisbo de burla. Sus ojos me recorrieron brevemente, como si quisieran confirmar lo que yo negaba.  Intenté retroceder, pero su mano todavía descansaba en mi cintura, sosteniéndome como si temiera que volviera a caer.  No digo pues nuerita, que todo lo tuyo es perfecto, porque esta loción tuya no la he sentido en ningún otro lugar; dijo con su tono lleno de una mezcla de admiración y picardía. 

mi Suegro halaga el olor de mi loción.

Mi piel se erizó al escuchar esas palabras, tragué saliva, incómoda por el rumbo que estaba tomando la conversación.  Ay suegro tan exagerado que es usted, respondí intentando sonar despreocupada mientras me soltaba finalmente de su agarre.  Si es el mismo perfume de siempre.  No sé, tiene algo diferente hoy, tal vez es la composición del perfume…o el olor que emana de ti, continuó sin apartar la mirada. 

Vaya, es como un sabor a miel, a dulce…y a hiel también.  Dichoso quien es dueño de ese panal, sus palabras me descolocaron por completo. No supe si reírme o salir corriendo, Había algo inquietante y embriagador en su forma de describirlo, como si no solo hablara del perfume sino de algo más profundo, algo que flotaba en el aire entre nosotros.  Exagera demasiado suegro, murmuré sintiendo cómo mi garganta se apretaba.

El calor que antes achacaba al clima ahora parecía provenir de mi interior, una mezcla de emociones que no quería analizar. Me ajusté el escote del vestido, consciente de la mirada de mi suegro que no había perdido detalle de mis movimientos.  Si tan solo fueras una desconocida… dijo él, aunque su tono pretendía ser ligero, había una carga implícita que no podía ignorar.  Creo que mejor voy a cambiarme estos zapatos antes de que me rompa un tobillo, dije con una sonrisa tensa, buscando una excusa para alejarme.

Mi suegro insinúa que no solo se rompería el tacón de mi zapato.

Buena idea, porque aquí no solo está a punto de romperse el tacón, respondió él, con una expresión críptica que no ayudaba a calmar mis pensamientos. Pero te advierto nuerita, que esa fragancia tuya va a seguir persiguiéndome, incluso si cambias de zapatos.  Pues empiece a correr para que no lo alcance, le dije en forma de broma, para no echarle más leña al fuego que ya ardía casi sin control dentro de mí.

Me retire sintiendo su mirada golpeándome fuerte en la espalda, bueno más bien tú ya sabes dónde miraba él. Me senté en el borde de la cama y deslicé los pies fuera de los tacones. El alivio fue inmediato, pero la presión en mi pecho persistía, como un peso invisible que no me dejaba respirar con tranquilidad. Mientras me frotaba los pies adoloridos, mi mirada se deslizó hacia el espejo que colgaba en la pared. 

Ahí estaba yo, de pie envuelta en un vestido ceñido que delineaba cada curva que la naturaleza me había regalado con generosidad.  Suspiré, preguntándome por qué esa generosidad nunca había sido suficiente para retener a mi marido.  El reflejo me devolvía una imagen que cualquier otra mujer podría envidiar: piel tersa, caderas pronunciadas y una mirada que aunque ahora cargada de melancolía, había sido luminosa en otro tiempo.

Mis pensamientos se centraron en lo que la naturaleza me regalo.

Pero ¿de qué servía todo eso si el hombre al que amaba había preferido otra?  Me mordí el labio al recordar la despedida de mi esposo, hace más de cinco años. La excusa había sido el trabajo, pero la verdad llegó después, como una bofetada. Se había ido con otra mujer, me enteré por las miradas incómodas de sus amigos, por las conversaciones que se apagaban cuando yo entraba en una habitación, y finalmente por su propia confesión fría e impersonal a través de una llamada telefónica. 

Mis suegros, al saberlo me suplicaron que no me fuera de su casa.  Eres la única verdadera nuera que tenemos, me dijo mi suegra con lágrimas en los ojos.  Él es joven y necio, pero algún día reflexionará y volverá.  Me aferré a esa esperanza por un tiempo, creyendo que el amor que habíamos compartido podría redimirlo. Pero los años pasaron, y su regreso nunca llegó. Solo aparecía de vez en cuando para saludar a sus padres, como si yo fuera un simple recuerdo desechable.

Pensé en cambiarme el vestido, pero pensé en esto.

Me giré levemente y volví a mirarme en el espejo. Deslicé las manos por el contorno del vestido, sopesando la idea de cambiarme por algo más recatado. Pero algo me detuvo, ¿Por qué tenía que seguir ocultándome, apagándome para complacer un recuerdo que ya no tenía sentido?  Mientras desenredaba los nudos de mis pensamientos, el sonido de pasos firmes resonó en el pasillo. Mi corazón se aceleró instintivamente.

No tenía que mirar para saber quién era, Reconocería ese andar seguro en cualquier lugar.  Mi suegro, Cerré los ojos un segundo, tratando de ordenar mis emociones. Su presencia siempre había sido cálida, como un faro en medio de la tormenta. Había estado allí cuando mi mundo se desmoronó, ofreciéndome apoyo sin exigir nada a cambio. Pero últimamente su compañía despertaba algo más en mí, algo que me asustaba y me atraía al mismo tiempo. 

Mientras me cambiaba los zapatos por unas sandalias cómodas, mi mente no dejaba de dar vueltas. ¿Qué era este hormigueo que me invadía cuando él estaba cerca?, ¿Por qué su voz, grave y reconfortante, hacía que mi piel se erizara de una manera que no podía controlar?  Suspiré sacudiendo la cabeza, no podía permitir que esos pensamientos anidaran en mi mente. Era mi suegro, o eso era lo que yo pensaba todavía.

Mi Suegro interrumpió mis pensamientos.

¿Qué clase de mujer sería si me dejaba llevar por algo así?  Pero el amor traicionado y los años de vacío pesaban en mi corazón. ¿Hasta cuándo podría seguir negándome a sentir? ¿Hasta cuándo iba a seguir castigándome por una fidelidad que ya no tenía sentido?  Un golpe suave en la puerta interrumpió mis pensamientos.  ¿Todo bien nuera?, preguntó al otro lado.  Sí, ya salgo, respondí esforzándome por sonar tranquila. 

Me di una última mirada en el espejo. El reflejo me devolvió una imagen distinta, una mujer que ya no estaba dispuesta a seguir siendo solo un recuerdo olvidado. Hoy estábamos preparando la casa para recibir a los hijos de mi suegro. Era el aniversario de la muerte de mi suegra, y como cada año, todos se reunirían para recordarla. El aire estaba impregnado de ese aroma peculiar de muebles encerados, y flores frescas que habíamos dispuesto en la sala.

Pero debajo de toda esa aparente calma, había una tensión que solo yo podía sentir.  De los cinco años que llevaba viviendo en esta casa, solo dos los compartí con mi suegra. Su partida dejó un vacío, que al principio se sintió insoportable. Pero la vida continuó, como siempre lo hace, aunque de formas inesperadas. Hace un año, la última hija soltera de la familia se casó, dejando la casa solo para mi suegro y para mí. 

Escúcha mis Relatos en YouTube

Relatos de Infidelidades
Relatos de infidelidades

© 2021 All Rights Reserved.

Relatos de Infidelidades.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter