Mi YERNO me AGARRO de noche | Cuando mi HIJA no estaba.

Mi yerno se acercó con un aire de incomodidad que nunca antes había notado en él. Estábamos en la cocina, yo terminaba de secar los platos mientras él rondaba la mesa como si no supiera cómo iniciar la conversación. Finalmente se detuvo y me miró con esos ojos inquietos y oscuros, en los que se adivinaba una duda que llevaba tiempo pesándole. 

Suegra usted que es mujer, comenzó, y sus palabras me hicieron fruncir el ceño. Nunca antes me había hablado de esa manera, como si buscara en mí una aliada, un confidente. ¿Cree usted que es conveniente que su hija vaya al retiro que organizó la empresa en la que trabaja? Yo no quiero parecer un hombre inseguro, mucho menos ser alguien que frene el desarrollo de mi mujer, pero…hizo una pausa, suspirando y vi cómo su mano temblaba ligeramente al apoyarse en el respaldo de una silla.

Pero a veces pienso en cosas. No es por nada pero usted sabe que mi esposa tiene lo suyo… y que la naturaleza fue generosa con ella. Sé que los ojos ajenos no desaprovechan una oportunidad cuando la ven. Y últimamente hay cosas que me hacen dudar. Mi respiración se volvió más lenta y pesada, me quedé en silencio, expectante. Mis dedos jugaban con el borde de un paño de cocina, tratando de ocultar el leve calor que subía por mis mejillas. 

Mi Yerno me confiesa esto.

Además, continuó él, no es que esté usted preguntándome, pero ya hace un par de semanas que ella… nada de nada conmigo. Dice que llega cansada, que necesita descansar. Yo no le he dicho nada hasta ahora, pero… estoy empezando a pensar que tal vez ni siquiera se va a ir con sus compañeras de trabajo.  Su voz tembló un poco y se quebró al final, revelando la inseguridad que había estado ocultando.

No sé si usted alguna vez se negó a su marido, y si eso es normal. Por eso hablo con usted suegra. Perdón por ser tan directo, pero creo que usted ya sabe de todo esto. El ambiente se volvió denso, y me di cuenta de que sin querer, había dejado de secar los platos. Mis mejillas ardían, pero traté de mantener la compostura, aunque por dentro estaba invadida por una sensación de incomodidad.

Era mi hija de quien hablábamos, y la manera en la que él la describía, esa insinuación velada de que algo no estaba bien, me hizo sentir una mezcla de no sé qué.  Agradezco que confíes en mí para hablar de esto, logré decir con voz firme, aunque por dentro mis pensamientos estaban en caos. Pero no estoy segura de ser la persona más adecuada para aconsejarte.

Aun así, te diré lo que pienso: deberías hablar con ella. Pregúntale directamente lo que te preocupa. Tal vez debería evaluar si ese retiro realmente le aporta algo positivo, o si sería mejor que pasaran tiempo juntos, que se fueran a algún lugar ustedes dos. Claro, siempre que no sea una capacitación obligatoria…

Mi Hija se viste como si fuera..

No alcancé a terminar mi frase cuando escuché unos pasos firmes descendiendo por las escaleras. Mi hija apareció en la puerta de la cocina, y mi corazón se detuvo al verla. Llevaba un vestido ajustado, con un escote pronunciado que sin pudor, destacaba cada curva de su cuerpo. Su cabello suelto caía en cascada sobre sus hombros, sostenido por una delicada diadema en la frente. Llevaba unos zapatos de tacón de aguja que resonaban en el suelo con cada paso que daba. 

Mamá ya me voy, dijo con una sonrisa, pero había algo frío en su mirada, algo desafiante. Te encargo que le ayudes a mi esposo mientras yo no estoy en casa. Mi yerno se giró para mirarla, y vi en sus ojos una mezcla de tristeza y confusión. Me armé de valor, y antes de que ella se marchara, intenté una última vez hacerla reflexionar.  Hija, ¿no sería mejor que pensaras si es buena idea ir al retiro? Quizá podrías quedarte y salir con tu marido, ir a algún lugar juntos; Creo que sería bueno para ambos…

Ella rodó los ojos y dejó escapar un suspiro exasperado.  Ay mamá, no me digas que ya te vino este hombre con sus quejas. No puedo creer que ahora tenga que enfrentarme a dos contrincantes, solo porque quiero distraerme un poco.  Sus palabras cayeron como piedras, y su tono sarcástico, me hirió más de lo que quería admitir. Se dio la vuelta, tomó su bolso y se dirigió a la puerta sin decir una palabra más.  Hija espera…intenté detenerla, pero ella no se detuvo. Se volvió solo para mirarme una última vez con una expresión que mezclaba desafío y disgusto.

Mi Yerno me preguntó si yo imagina esto.

Me voy, y tú le dijo a mi yerno, que la observaba en silencio, piensa lo que quieras, Yo sé muy bien lo que hago, y mi conciencia está limpia.  Sus tacones resonaron en el pasillo, cada paso más fuerte que el anterior, hasta que la puerta se cerró con un golpe seco. El silencio que quedó fue aplastante. Mi yerno se quedó de pie, inmóvil, con los ojos fijos en el lugar donde mi hija había estado momentos antes.

Parecía que algo se había roto entre ellos, algo que ya no podía recomponerse con palabras.  Suegra…su voz fue apenas un susurro, como si dudara en seguir hablando, en exponer aún más su dolor. ¿Usted cree que realmente se fue con sus compañeras de trabajo?

No supe qué responder, Solo podía escuchar en mi mente el eco de sus tacones alejándose, resonando como una advertencia, como una verdad que ambos temíamos enfrentar. Sabía que en esos pasos quedaba una respuesta, pero no era mi lugar decirla. Dejé escapar un suspiro y con una tristeza que no pude ocultar, posé una mano en su hombro. 

Yerno… no puedo saberlo, Pero lo que sí puedo decirte es que a veces, no entendemos nada de la vida.  Él asintió lentamente, como si esas palabras, vacías de certezas, fueran todo lo que necesitaba para enfrentarse a sus propios miedos.  Pero había lago que aún no se escribía en la historia de él y la mía, que será lo que viene a continuación, así es que no te vayas todavía.

Mi Yerno parece un mandilon.

Mi yerno no es un hombre débil, de eso estoy segura.  Aquí cuando alguien se deja mandar por su mujer, lo llamamos «mandilón», pero nunca pensé en mi yerno de esa forma. Siempre ha sido más de los que buscan la paz que de los que levantan la voz. Se encoge de hombros, respira hondo y deja pasar las ofensas como si fueran hojas secas arrastradas por el viento.

Prefiere sacrificar su orgullo a quedarse noches enteras mirando el techo, y dando vueltas a una discusión inútil. Sin embargo, esta vez su semblante me dijo algo distinto. Lo vi más afectado, como si una sombra de amargura se le hubiera pegado a la piel, y su sonrisa que siempre encontraba la forma de brotar, parecía haberse escondido detrás de una nube oscura.

Mi excusa para que mi Yerno se quedar conmigo.

¿Qué planes tienes para hoy?, le pregunté tratando de sonar casual mientras lo observaba recoger los restos de lo que estaba pasando entre mi hija y él. Sus ojos normalmente serenos, se encontraron con los míos, y vi en ellos una especie de cansancio, una lucha entre la costumbre de ceder y el deseo de no seguir agachando la cabeza.  No sé suegra, me respondió con esa mezcla de cortesía y resignación que siempre usaba conmigo.

Creo que nada, y se quedó en silencio un momento, como si buscara las palabras adecuadas, o quizás una excusa para dejar de hablar del tema. Pero entonces, sin previo aviso, algo pareció hacerle tomar una decisión. Sus labios se apretaron y vi en su rostro algo parecido a una súplica, o quizás a una necesidad de redención.

Deme un momento, tengo algo para usted, dijo de repente, con una determinación que no esperaba. Me miró a los ojos fijamente, como si buscara algún tipo de aprobación, pero no dije nada, solo asentí intrigada por lo que pudiera tener para mí. 

Mi yerno me sorprende con esto.

Lo vi caminar hacia la habitación que compartía con mi hija, sus pasos firmes pero cargados de un peso invisible. Cerró la puerta tras de sí, y me quedé ahí, sola en la cocina, escuchando el silencio que dejaba su ausencia. Había algo en su actitud, algo que no había notado antes, una inquietud que parecía crecer en cada uno de sus movimientos. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda mientras esperaba, con las manos cruzadas frente al regazo, tratando de imaginar qué podría querer mostrarme.

El reloj en la pared marcaba cada segundo con un tic-tac insistente, y me pregunté si esa espera iba a ser eterna. Escuché un ruido sordo, un cajón que se abría con prisa, y luego el sonido de algo metálico que golpeaba contra el suelo. Contuve la respiración. Finalmente, la puerta se abrió, y mi yerno salió de la habitación con algo envuelto en sus manos, como si sostuviera un objeto delicado, un secreto que, hasta ahora, había mantenido oculto.

El regalo de mi Yerno.

Observé a mi yerno acercarse con una pequeña caja envuelta en papel brillante, sosteniéndola con cierta inseguridad mientras sus ojos evitaban los míos. Cuando se detuvo frente a mí, sonrió con una mezcla de timidez y descaro. Extendió la caja hacia mí, y lo que dijo me tomó completamente por sorpresa.  «Suegra, si no le molesta aceptar este regalo, es para usted. Lo había comprado para mi esposa, pero…creo que a ella no le interesó. Tal vez a usted le guste más.» 

Levanté la mirada desconcertada. Había algo en su tono, una especie de ironía mezclada con complicidad. Él, al notar mi sorpresa, río suavemente y añadió: «No me mire así suegra, Ábralo y me dice si le gusta.»

Respiré hondo sintiendo un nudo en el estómago. Mis dedos temblaron al deshacer el lazo, y cuando finalmente levanté la tapa, me quedé sin aliento. Dentro de la caja, cuidadosamente doblado, había un vestido negro de una sola pieza. La tela parecía suave, con un brillo sutil que captaba la luz, revelando un escote profundo y unos tirantes delgados que apenas lo sostenían.

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