Nunca Imaginé que mi Esposo fuera capaz de Esto.

Mi Esposo me dijo: oye y por qué mejor no le dices a tu hermana que se venga unos días a la casa.  Pobrecita, tener que aguantar todo lo que hace su Marido.  La propuesta de mi esposo resonaba en mi cabeza, como un eco que se expandía con cada palabra. Sentí una mezcla de alivio y entusiasmo, pues realmente quería ayudar a mi hermana, ofrecerle un lugar seguro y tranquilo después de tanto desengaño.

Era la segunda vez que encontraba a su marido con otra mujer, y su fragilidad me dolía tanto como si fuera la mía. Así que al oír la sugerencia de mi Esposo, no dudé en mostrarle mi gratitud.  ¿De veras cariño?, respondí intentando disimular la emoción que me embargaba. Verlo tan dispuesto a abrir las puertas de nuestro hogar para mi hermana me enternecía, y al mismo tiempo me hacía sentir una calidez que no podía evitar.

Mi marido asintió, sonriéndome con esa expresión serena que tanto me enamoraba. Fue un gesto tan genuino que no dudé en acercarme, rodearlo desde atrás y susurrarle cerca del oído: Eso significa que tú vas a recibir un buen premio.  Sentí cómo su cuerpo respondía a mis palabras, y sin demora tomó mi mano, guiándola a sus labios mientras giraba para mirarme a los ojos, con esa chispa juguetona que aún después de los años no perdía. 

Pues vamos ahora mismo, que quiero ese premio ya, me susurró rozando mi mejilla con la yema de sus dedos, mientras su otra mano trazaba un recorrido pausado por mi cintura.  Tranquilo cariño, no tan rápido, murmuré tratando de contener el cosquilleo que me recorría de pies a cabeza, mientras él exploraba cada rincón de mi ser como si lo descubriera por primera vez.

Mi Esposo me pidió que llamara a mi hermana.

Sus manos se deslizaban por mi figura con esa familiaridad que solo los años juntos podían forjar, y por un momento, olvidé la razón por la cual estábamos hablando de mi hermana. Sin embargo, antes de que la intensidad de la situación nos llevara más lejos, él se apartó, aunque no sin esfuerzo, y con un tono más serio, comentó: Bueno llama a tu hermana y dile que si gusta podemos ir por ella. 

Asentí y me encaminé al teléfono con el corazón ligero, imaginando cómo se sentiría ella al saber que podía quedarse con nosotros, lejos de ese ambiente hostil que la había agobiado tanto. Al escuchar el primer timbre, me di cuenta de que mis manos temblaban un poco. Después de todo, mi hermana nunca había sido una persona fácil de convencer, pero sabía que necesitaba un refugio, aunque ella no quisiera admitirlo.

La llamada siguió sonando hasta que finalmente escuché su voz, baja y algo entrecortada.  Hola hermanita, dije tratando de no dejar entrever la mezcla de emociones que se acumulaban en mí. Estaba pensando en ti, y bueno hablamos con mi esposo, y creemos que sería bueno que vengas a pasar unos días con nosotros.  Hubo un silencio, Sentí un leve cambio en el ritmo de su respiración al otro lado del teléfono. Finalmente su voz respondió quebradiza, aunque intentando sonar firme: Gracias, de verdad… no sé qué decir.  No tienes que decir nada, solo quiero que estés aquí, nosotros vamos por ti, si eso te parece bien.

Mi Esposo ve el enredo entre mi hermana y su esposo.

La tensión en el ambiente era tan espesa que apenas podía respirar mientras mi esposo estacionaba el auto en la acera. Solo tres casas más y hubiéramos llegado donde mi hermana, pero la escena frente a nosotros nos detuvo en seco. Allí estaba ella, forcejeando en la calle con su esposo, con su pelo desordenado, la blusa desgarrada y la mirada encendida en una furia que no le había visto nunca. Dos vecinos se apresuraron para interponerse, sujetando los brazos de mi hermana mientras ella seguía gritando de todo a su marido. 

Mi Cuñado con una sonrisa cínica, apenas reaccionaba, sin más emoción que una burla silenciosa y venenosa. “Ya verás que volverás pidiéndome perdón”, le dijo con desprecio, casi escupiendo las palabras. “¿Quién te va a dar lo que yo te doy?  Y cada palabra me hacía hervir la sangre, como si sus frases hirientes fueran dirigidas a mí. Mi esposo permanecía en el auto, serio y observando, como si de algún modo supiera que cualquier acción podría empeorar la situación.

Ve tú, me dijo mi marido sin siquiera mirarme, y trae a tu hermana.  Bajé del auto, sintiendo mi corazón latir fuerte en el pecho. Caminé hacia mi hermana y en cuanto me vio, se soltó de los vecinos, corrió hacia mí y me abrazó con tanta fuerza que casi me tambaleé.  ¡Estoy aquí!, ya estoy aquí hermanita, le dije, tratando de sonar calmada. Pero mi voz temblaba un poco, y me obligué a mantener la compostura. 

El Esposo de mi Hermana confronta a mi marido.

Entonces su esposo en un arrebato de arrogancia, se acercó hacia el auto donde mi esposo todavía esperaba. Con una mueca burlona y la respiración agitada, lanzó una mirada cargada de veneno.  ¡Ahora qué!, se rio sarcástico, lanzando una mirada desdeñosa hacia mi esposo.  Ahora que vas a tener a las hermanas solo para ti, espero que aproveches.  Pero quiero que sepas que si algo haces, son mis restos los que te llevas.  Ustedes creen que están haciendo un bien… Pero no tienen idea de en qué van a terminar.

Sus palabras se impregnaron en el aire como un veneno, y por un instante vi a mi esposo tensarse, apretando el volante con fuerza; pero no reaccionó. Mantuvo la calma de siempre, sus ojos fijos en el camino al frente, ignorándolo como si ni siquiera estuviera allí.  Sin más palabras, ayudé a mi hermana a subir al auto, y mi esposo arrancó sin mirar atrás. El trayecto de vuelta a casa se llenó de un silencio pesado.

Mi hermana con la mirada perdida, respiraba agitadamente mientras yo intentaba asimilar lo ocurrido, sin saber exactamente qué decirle. En el reflejo del retrovisor, veía los ojos de mi esposo, serios como calculando algo en su mente, pero sin pronunciar una palabra.

Mi Esposo tuvo un cambió hacía mi hermana.

Después de dos semanas de que mi hermana estaba en casa, empecé a notar ciertos detalles que al principio parecían inofensivos, pero con el tiempo se volvieron imposibles de ignorar. Se paseaba por la casa casi sin nada, vestida con camisetas que apenas rozaban sus muslos, y shorts que parecían desaparecer con cada paso.

Al principio quise creer que era algo sin importancia; después de todo, era mi hermana y siempre había sido un tanto despreocupada. Pero lo que me inquietaba realmente, era la forma en la que mi marido, parecía no perder oportunidad de verla. Sus ojos usualmente discretos, parecían gravitar hacia ella, siguiendo cada movimiento, cada risa que llenaba la casa, cada mechón de cabello que jugaba sobre sus hombros.  Decidí confrontarla en un momento en que estábamos solas en la cocina. Sentí cómo el nerviosismo me apretaba el estómago mientras me acercaba, pero sabía que no podía seguir ignorando lo que estaba sucediendo.

Oye, le dije tratando de mantener la calma, ¿no crees que sería mejor que te cubrieras un poco más?, No vaya a ser que te resfríes.  Ella me miró por un segundo, pero su sonrisa no era de comprensión, sino de algo más… algo que me hizo sentir incómoda.  ¿Qué te pasa hermanita?, respondió con un aire juguetón que casi me hizo sentir como una pequeña en medio de un juego que no entendía.

¿Tienes miedo de que tu marido se fije en mí? Porque sé que no lo haces por cuidar mi salud, sino porque algo estás pensando.  Respiré hondo, manteniendo el tono controlado. Sentía la garganta seca, pero sabía que tenía que ser sincera.

Me sincere con mi hermana.

Bueno, sí tienes razón, admití eligiendo cuidadosamente cada palabra. La verdad es que no quiero que se malinterprete tu forma de vestirte. Tú sabes que te quiero mucho, pero también debo cuidar lo que me pertenece. Sabes bien que dicen que las cosas entran por los ojos y luego hacen su nido en la mente.  Mi hermana me observó, y por un segundo vi algo en sus ojos que no supe identificar. ¿Era ofensa, dolor… o tal vez algo más calculador?

Lo siento, hermanita, dijo con una voz suave, pero cortante, pero creo que consideras que soy una carga en tu casa. Dame unos días y me iré, no quiero causarte ningún mal. El tono de sus palabras me hizo sentir un peso en el pecho. No era eso lo que quería, ni siquiera era mi intención hacerla sentir incómoda. Sin embargo en su mirada había algo que me hacía dudar de mis propias palabras, como si en realidad yo fuera la mala en esta situación. 

No, no me malinterpretes, respondí rápidamente. Solo debes cambiar eso y asunto arreglado. Tú no eres una carga para mí; Simplemente… quiero evitar malos entendidos.  Antes de que ella pudiera responder, escuchamos la voz de mi Esposo en la puerta.

Mi Esposo defiende a mi Hermana.

Buenos días, dijo entrando en la cocina y mirando de una a otra, percibiendo enseguida la tensión en el aire. ¿Y qué pasa aquí?, preguntó.  Mi hermana no perdió tiempo en intervenir, con esa voz melosa que me hizo sentir una punzada de ira que apenas pude contener.  No, es que mi hermana dice que es mejor que me vaya de aquí, anunció casi teatralmente. Dice que no le gusta cómo me visto, pero la verdad es que yo considero que estoy entre familia, y por eso me siento con la libertad de estar cómoda. 

Mi Marido la miró por un instante, como procesando cada palabra. Luego, sin decir nada, se volvió hacia mí y me hizo una seña para que lo acompañara a la habitación. Era una invitación que sabía que no podía evitar, y mientras caminábamos, sentí que el aire se hacía denso entre nosotros.

¿Qué está pasando?, preguntó en cuanto estuvimos solos. Su voz era suave, pero en sus ojos había una inquietud que me hizo apartar la vista.  Es que…intenté explicarme, sintiendo el nudo en la garganta crecer. He notado que ella no es tan discreta, y no quiero que se preste a malentendidos. Sabes cómo es, y no quiero que eso afecte nuestra relación. 

Mi Esposo me observó por un segundo que pareció eterno. Luego, suspiró y se pasó una mano por el cabello, como si también estuviera cansado de la situación. Amor ella es tu hermana, Si esto te molesta, lo entiendo, pero debemos manejarlo con calma. No quiero que pienses que… que mi atención está en otro lugar.

Mi hermana hace esto

Quise creerle, quise sentirme segura, pero había algo en mí que no se calmaba, una duda persistente que seguía creciendo, enraizándose con cada día que pasaba y cada mirada que él le lanzaba sin pensar.

Esa noche, cuando vi que mi hermana bajaba a la sala, algo en su actitud me resultó distinto, como si de alguna manera estuviera mucho más segura de sí misma. La cena transcurrió con risas, brindis y anécdotas triviales. Al llegar la hora de irnos a la cama, mi esposo y yo subimos a la habitación. Sentía que por fin las sospechas que había tenido podrían empezar a desaparecer de mi mente; él había sido atento, incluso apasionado, como en los viejos tiempos. Sin embargo, cuando desperté en medio de la madrugada y descubrí que su lado de la cama estaba vacío, una sensación de hielo me recorrió el cuerpo.

Escúcha mis Relatos en YouTube

Relatos de Infidelidades
Relatos de infidelidades

© 2021 All Rights Reserved.

Relatos de Infidelidades.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter